Por Zuleika Cáceres
Prefería que la llamaran “compañera”, porque eso de primera dama era una transculturización de los Estados Unidos, tan grave como la Coca Cola.
La historia nos permite conocer a detalle cada uno de los episodios del pasado, de adentrarnos un poco más en la vida de aquellos personajes que fueron parte de los sucesos más importantes de nuestro México.
Abordaremos en diferentes partes y en base a una lista de notas periodísticas y libros que plasman la otra cara del gobierno, el papel que recae en las esposas de los expresidentes. Siempre ha resultado interesante conocer un poco más sobre su paso por el poder, ese que no todas han sabido aprovechar.
El libro La Suerte de la Consorte, de Sara Sefchovich, refleja claramente parte de esa vida de quienes acompañan a los hombres del poder. En esta ocasión hablaremos de una mujer que optaba porque la llamaran “compañera” ya que eso de primera dama era una transculturización de los Estados Unidos, tan grave como la cocacola.
Cuenta la historia que la esposa del presidente Luis Echeverría, se caracterizó por llevar un trabajo intenso. Fue la responsable de motivar a las instituciones de salud para que reconocieran el trabajo de las parteras tradicionales y ayudaran a salvar a más niños en el medio rural.
Su esposo fungió como presidente de la República, de 1970 a 1976 y, desde su llegada a Los Pinos, María Esther Zuno de Echeverría se enfocó al trabajo de asistencia social.
Como presidenta del entonces Instituto Mexicano de Protección a la Infancia (IMPI) continuó con los programas a favor de los niños, pero los amplió considerablemente.
Por ejemplo, los desayunos escolares crecieron en número y llegaron a más zonas marginadas.
Puso en marcha el programa de educación para mujeres campesinas, con el propósito de que participaran en la solución de los problemas de sus familias y comunidades, y el proyecto de orientación familiar, cuya parte fundamental consistía en la preparación de parteras empíricas.
También impulsó el programa de capacitación campesina para la orientación familiar y para la salud que abarcó a tres millones de mujeres; el programa de desarrollo de la comunidad, y el de paternidad responsable. Durante su estancia en la residencia oficial de Los Pinos se volvió obligatorio que las esposas de los funcionarios y de los gobernadores y presidentes municipales participaran en las tareas de asistencia social.
Desde el poder lanzó la campaña La familia pequeña vive mejor, y amplió los servicios de Conasupo.
Su trabajo era tan intenso que cuando la señora Cecilia Occelli de Salinas visitó una región apartada, las campesinas la recibieron con una enorme manta que decía: “Bienvenida compañera María Esther”, cuenta Sara Sefchovich en su libro La suerte de la consorte.
Fue tan amplia su actividad junto al presidente Luis Echeverría que ella misma decía que lo más duro para la esposa del Ejecutivo viene después del sexenio, cuando debido a las reglas del sistema político mexicano, la consorte tiene que encerrarse en su casa a dejar pasar el tiempo sin hacer nada.
La otra parte de su personalidad, ambientada en el nacionalismo, la llevó a decorar la Casa presidencial con artesanías mexicanas y en las recepciones a jefes de estado, las bebidas embriagantes fueron cambiadas por aguas de sabor, en especial de jamaica.
Además, adoptó la costumbre de portar vestimentas tradicionales para darle la bienvenida a los dignatarios que llegaban hasta Palacio Nacional y Los Pinos.
Y la autora de “La suerte de la consorte”, reveló que durante la visita de la pareja presidencial al Palacio de Buckingham, María Esther Zuno tuvo a bien tender su cama ante la mirada despavorida de los criados de la realeza británica.
Actualmente le sobreviven siete de sus ocho hijos, 19 nietos y tres bisnietos.
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